Diálogo de muertos.

Como lo indica el título y la definición de la palabra diálogo, a continuación les presentamos una conversación entablada entre dos hombres temidos por los gobiernos de países poderosos: Osama Bin Laden, líder de la red terrorista Al Qaeda y actualmente muy renombrado a causa de su supuesta muerte  y V, el personaje protagonista de la novela gráfica escrita por Alan Moore en la década del 80, y que posteriormente fue llevada al cine y estrenada en 2006 a nivel mundial: V for vendetta.  
El texto ha retomado las bases de los diálogos de muertos que se leían ávidamente en el siglo XVIII a causa de su prohibición que era motivada por el alto contenido satírico que se encontraba en ellos y la cual no favorecía la ya de por sí negra realidad que América atestiguaba en esos instantes: la crisis del imperio español que trajo la conquista de Napoleón Bonaparte de la mayor parte de Europa, y por consiguiente los indicios de movimientos independentistas en el continente americano.   
De el siglo ya mencionado podemos leer un diálogo de muertos entre Atahualpa y Fernando VII escrito por Fernando Monteagudo, un intelectual que buscaba causar algo a sus lectores que eran su pueblo, y quien en su texto pretendió manifestar su inconformidad ante la situación que presenciaba; una guerra que no le pertenecía a los americanos y que sin embargo estaban pagando caro, una guerra de combatientes ultrajadores en ambos ejércitos: los que ultrajaron primero a América  y los que ultrajaban en ese momento a Europa. 
Elegimos a Osama pues hace no más de un mes se anunció su muerte, la cual ha sorprendido al mundo entero, causando especulaciones y sospechas sobre la noticia inesperada. Y elegimos a V por un motivo más personal: somos admiradoras fervientes del personaje enmascarado, además de que creemos que nuestra afectividad con dicho personaje coincide con la de muchos de nuestros lectores. Ambos seres están vigentes, ambos tuvieron causas comunes, ambos aun tienen mucho que decir incluso después de muertos… Los dejamos con el diálogo para que ustedes mismos juzguen. 

Donde el espíritu humano se purga y de subir al cielo se hace digno… Ahí se ve descontento a Osama, su larga barba cana y un turbante pulcro son los que descubren su identidad. Son sus ojos oscuros y sus labios sellados quienes demuestran su incomodidad, su descontento… Él aún no sabe qué hace en aquel lugar, no reconoce a nadie, ningún pariente, ningún conocido. No es el Barzaj ni tampoco el Araf, se parece un poco a aquellos lugares que describe El Corán, pero… No es ahí… Tiene dudas, tiene miedo, aún no se arrepiente, aún no sabe siquiera qué fue lo que ocurrió.

Un hombre que por loco fue conocido, un hombre que nació para ser líder, para llevar a su pueblo a la revolución; un hombre sediento de venganza cual Conde de Montecristo, atraído por la presencia novedosa y contrastante de Osama, identificándose un poco con lo que ve de él, se acerca al musulmán yihadista.

-¿Porqué usas máscara aquí?- Pregunta Osama.
– Porque la mujer que amo me permitió morir tal como soy, como fui… Porque debajo de esta máscara hay lo mismo que bajo tu piel, tu máscara: carne, huesos… ¿Eres tú el afamado líder de Al Qaeda?
– Yo soy Osama Bin Laden. Sí. Sigo sabiendo quien soy y sé qué hice, mas no sé qué es aquí ni tampoco qué hago en este lugar.
– Aquí le llaman Purgatorio los católicos, y los que son como tú le llaman Araf, la perspectiva de este espacio depende de la visión de cada uno de nosotros, es relativa y abstracta, depende de nuestra educación, de nuestra vida. Aquí aspiramos a alcanzar el cielo, estar con Dios o con los Dioses…
Nadie te explica nada cuando llegas, lo que yo sé es porque he pasado mucho tiempo en este lugar. Aquí no reconocerás a nadie pues se trata de que olvides la vida terrenal, pienses en lo que hiciste, te arrepientas y en algún momento ser perdonados por quien crees. No somos lo suficientemente malos para ser castigados eternamente pero tampoco tan buenos como para entrar luego de morir al reino de los Dioses. Yo no me he arrepentido de nada, no sé si me arrepienta…
– No me has dicho tu nombre, hombre enmascarado.
– Mi vida estuvo dividida en dos partes, mi primer nombre lo he olvidado, no es éste el motivo de mi fama, de mi castigo en este lugar, esa vida dejó de pertenecerme, pero fue mía y si no es la razón de que esté aquí, si lo es de que haya hecho lo qué hice, de mi transformación, de mi segunda vida, de lo que sigo siendo y nunca dejaré de ser… Me llamo V, como la V de la Venganza…
– ¿Entonces estás en el… Araf… Por motivo de la venganza?
– Puedes decir venganza o justicia, la diferencia radica en que la primera causa cierta satisfacción, y la segunda es una virtud que debe ser ciega… ¿Tú has actuado por venganza o por justicia?
– Por justicia, por reformar mi religión trastornada por los occidentales, por recuperar lo que nos pertenece por derecho, territorio, bienes materiales quizá, como el oro negro. Por la emancipación del mundo árabe que está controlado por Estados Unidos. Luché en nombre de Alá, de mi religión, del Islam, de los musulmanes. Quizá cometí actos monstruosos y asesiné a mucha gente, no me arrepiento de ello, no, porque así fue como el mundo entero conoció mi nombre, me temieron, me buscaron, y tardaron años, décadas en encontrarme. Los sucesos que mi causa desató, como la caída del WTC, jamás serán olvidados. Quizá haya sido el hombre más odiado, fui egoísta e intolerante, pero mi voz era colectiva, y yo actúe en nombre de muchos, no sólo en el mío… Y niega tú que todas las personas son egoístas, y todas en menor o mayor medida hacen cosas sólo por su beneficio o por el de sus amigos… El mundo en el que vivimos, ya no se vive, y se tiene por lo menos que buscar la manera de no morir, de luchar en contra de quienes buscan la opresión y el poder absoluto. ¿Acaso los presidentes que han tomado el cargo de Estados Unidos no son egoístas? Son los peores, tienen al mundo entero sometido, su ambición ha sobrepasado límites, codician bienes ajenos, quieren más y más siempre, nunca están contentos. Navegan con bandera hipócrita, de justicia según ellos, invaden y arrasan con quien se interponga entre sus fines… Los estadounidenses no son mejores que yo, que nosotros, que nadie, y lo que han hecho es más terrible que lo que hice. Ellos siguen vivos, siguen reprimiendo y ganando terreno en esta guerra que no tardará en ser mundial, tienen el control de casi el mundo entero, y casi el mundo entero está descontento… Se han dicho infinidad de cosas sobre mí, historias, leyendas ya giran en torno a mi nombre, pero pocos saben la verdad, pocos conocen mi causa y mis motivaciones. Yo jamás anhelé el dominio total del mundo… No soy aquella imagen que pintan los noticieros de todas partes, no soy el que dicen y divulgan los periódicos, no. Todo eso es sólo la máscara que me impusieron mis enemigos. Yo fui un ser humano, y me equivoqué y acerté, como todos… Yo nunca me creí Dios ni me olvidé de él. Yo actúe por justicia y venganza también, porque ésta se siente cuando se ha padecido injustamente.
Tal vez tú y yo, V, nos llevemos bien en este lugar, estamos aquí por motivos semejantes, podemos entendernos de alguna manera.
Ahora, háblame de ti un poco más, me interesa conocer tu historia, la causa de tu causa…
– Tenemos muchas cosas en común pues a mí también me llamaron terrorista. Se divulgaron falsedades sobre mí, algunos me temieron, otros me admiraron. Yo viví en un país abatido por la represión, y por la codicia de los mandatarios padeció mucha gente… Discriminación e intolerancia calificaban a aquel gobierno… También fui asesino, también destruí lugares simbólicos… Pero a diferencia de ti, yo si acabe con mis enemigos. Me llevó tiempo planear y llevar a cabo mi plan… Yo no buscaba una revolución como tal, no era mi finalidad llevar a las personas a una gran rebelión, pero el mal que me aquejaba a mí era el mismo que aquejaba a los británicos, y fue ahí en en donde supe moverme y conmover… Hice de mi causa la causa de un pueblo harto, cansado, hastiado del miedo y de la opresión… De un gobierno injusto y egoísta, que se olvidó de nosotros, que profesaba el fascismo, y más que el dominio total: el exterminio total. Yo asesiné con arte a todos los traidores, a los usurpadores del poder, todos y cada uno de ellos padecieron en nombre de nosotros. Tras la máscara solo hallarás a la humanidad, tras de mí sólo encontrarás el rostro de un hermano, de un padre asesinado, de una hija, del asesino y el asesinado, traigo tras mis ojos los tuyos y los de aquellos, de cualquiera, de nosotros. Y al mirarnos hoy nos miramos a los ojos en la calle, en la fila, en la espera, en la prisión, y al mirarnos decimos en voz alta aquello que es la máscara de por sí. La máscara es una mentira de mi/tu/nuestra identidad, pero es la verdad de los deseos, de los derechos y las necesidades de los hombres que nos obligaron a nacer, a forjar el rostro que nos ha condenado y será su condena, nadie más que ellos es responsable de tu existencia y de la mía.
Nos hemos encontrado ahora, cuando tú y tu muerte representan una batalla perdida y yo y mi nacimiento representó el deseo de ganar una guerra. ¿Cuándo podremos decir que vencimos, qué valió la pena no ser nadie? El día que como en mi sueño y en mi vida aparezcan un millar, un millar de millares de personas, de identidades solas y complejas con el mismo rostro, cada quien siendo uno y todos, cuando nuestro sacrificio se repita para todos.
Y mientras tanto. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos?
-Somos… Cada quién es su humanidad, la que defiende y en la que cree. Yo soy el Islam, yo soy mi Dios y mi pueblo ofendido y humillado, que para volver a ser él mismo tuvo que saciar la ambición del otro con su muerte y sus palabras atoradas en su propia garganta. Yo soy la negación de su poder y la aseveración del nuestro. El fin de su desorden, de su caos, de su vanidad, de su inmoralidad.
-Somos… Mi humanidad no es un pueblo, son todos. Mi humanidad también ha tenido que morir, se ha convertido en su propia negación. Mi humanidad llegó a ser su propia separación, el divorcio de sí misma. Llegó a diferenciarse en homosexuales, cristianos, negros y americanos, infinitamente se dividió y trató de afirmar su rostro, sus ojos, su voz y sus creencias, tanto que olvidó su nombre primigenio, olvidó que además de ser lesbiana, judía y amarilla era parte del conjunto, nunca fue todo. Y entonces odió al otro por no ser su espejo, porque ya no había lugar alguno en el que cupiera con toda la soledad de su identidad, se odió tanto que tuvo que matarse. Yo no tuve que matar a nadie, el trabajo estaba hecho, no había nadie a quien defender.
-Quizá entonces haya acertado cuando te dije que ambos nos parecíamos, no somos iguales, nadie es igual, y nuestras causas de hecho fueron por caminos paralelos no muy distintos, por eso es que entendemos de lo que hablamos, pero cada camino tuvo sus propios topes y baches, ¿y qué? Al final llegamos al mismo lugar. Estamos aquí sentados, muertos ya y sin nada que hacer por la gente que dejamos. No nos ha quedado nada. Tú hablas por quienes te siguieron durante tu movimiento, por los que llamas homosexuales, negros, judíos, pobres, pero a pesar de eso me estas juzgando por hablar en nombre los míos que también eran una sola unidad y son a quienes conocí, porque ahí viví, ahí entre ellos aprendí, crecí e hice lo que tuve que hacer… Tú viviste en Gran Bretaña, y tu gente es la que rodeo tu entorno, tu contexto, la que influenció tu causa. No somos una sola voz pues no somos un sólo pueblo, cada uno ha sufrido de modo diferente, cada quien peleó por su propia causa, cada uno tiene sus propias cicatrices; y aún allá en el mundo al que no pertenecemos más hay personas que buscan hacer algo por sus pueblos, sin pensar en lo que quieran los otros. No puedes hablar por todos si no has vivido como todos, ninguna historia es la misma, ninguna causa lo será tampoco.
-No te condeno pues condenado ya estás, ambos somos condenados. De tu voz y de la mía sólo quedará el eco y esa repetición se convertirá en la imitación y esa imitación en destrucción, poco a poco nuestras palabras dejarán de serlo y sólo quedará una mala interpretación de lo que no fuimos. Tú, acaso una figura libertadora, yo un extremista desquiciado. Y no, entre nosotros no puede haber enfrentamiento, por más que buscaras gobernar y yo que se gobiernen. Porque en la lejanía, nuestro reflejo será una mancha oscura…

Bin Laden y V callaron, miraron su alrededor y luego se miraron entre ellos, entonces entendieron por fin al otro, y de ese modo supieron que discutir y defender su causa ante ellos no tiene caso. Ya están muertos, ya no hay nada por qué luchar. Ya no tiene sentido hablar de la causa que se perdió hace mucho tiempo, de la causa que nunca estuvo ganada. Comprendieron que se parecen y que no se arrepienten de nada, que serían compañeros ahí en El Purgatorio, El Araf, y en Tamoanchan… En ese lugar donde todos los hombres de todos los pueblos, de todas las causas, de todas las religiones, son iguales. Ahí en donde se conocieron y en donde pasaran mucho tiempo juntos, hasta el momento de arrepentirse…

Escrito por:
Jenifer Balderas Arriaga
Mariana Cruz Mora

Un triángulo vicioso.

Amparo Ochoa populariza esta canción que habla un poco de locura, esclavos y poderosos, todo un triángulo vicioso. El negro Manuel está loco porque es esclavo y quiere dejar de serlo, dentro de su locura imagina que es mayordomo y puede ordenar y maltratar a los que son como él: esclavos. Entonces me pregunto yo ¿Para qué se quiere ser libre? ¿Para esclavizar una vez  libres a otros más débiles? 
La historia nunca  cambia, la búsqueda insaciable por apoderarse de los demás nos ha llevado a olvidarnos de nuestra condición de humanos/hermanos. 
Partiendo desde la historia del mundo hispánico tenemos a los moros que entraron a España, los nativos buscaron librarse de ellos, y hubo guerras por la reconquista de su territorio y muchos muertos, pero lo lograron, los españoles sacaron sin pena y con esfuerzo a los invasores. Mas parece que se olvidaron de sus propios acontecimientos, de sus cicatrices, pues con el descubrimiento del Nuevo Mundo se convirtieron ellos en invasores, asesinos con sed de riquezas y poder. 
Muchos siglos pasaron para que América determinara librarse de los pretorianos, se consiguió con luchas armadas, con más sangre derramada. Y una vez que fuimos libres tampoco hicimos nada por cambiar el curso de la historia, lo que está en la naturaleza del ser humano: guerra y poder. La lucha por ser el más fuerte, por mandar sobre otros, siguió y sigue vigente. Ahora nosotros marginamos al propio pueblo, nos olvidamos de los que son como uno… Y como los españoles, también nos hemos olvidado de las cicatrices que nos dolieron cuando fueron heridas, sin embargo ellas ahí están, quizá un poco maquilladas, quizá inadvertidas, ¿O será simplemente que no las queremos ver? ¿Será que nos conviene ignorarlas? Pero, ¿Vale la pena olvidar lo que somos por ser quienes en algún momento odiamos? Las preguntas quedan en el aire, las respuestas las tienen ustedes… Disfruten la canción y medítenla.